Por Alicia Peressutti (*)
Los titulares de los periódicos, canales televisivos y radios no dejan lugar a las dudas en las certezas de sus anuncios: “rescatamos a tantas víctimas , ya son libres”…falta que algún funcionario salga a rematar “gracias a nosotros”, es decir más de una vez lo dejan claro.
Y el día después de mañana? Nadie mejor que Sonia Sánchez, una mujer que estuvo en situación de prostitución y de explotación, da cuentas de la indiferencia de la sociedad ante el dolor de las víctimas. Ante la violencia sufrida en esos cuerpos ultrajados, penetrados con cientos de objetos -no sólo penes- y maltratados hasta el cansancio por miles de clientes y de explotadores que en cada acto se llevan en sus bolsillo un pedazo del alma de la víctima.
Las víctimas de prostitución y trata no tienen nombre, muchos dicen que es para protegerlas, quizás algo de eso haya, pero para mí es porque averguenza nombrarlas, nadie quiere tener en su ciudad, en su barrio o incluso en su casa a alguien que fue víctima. Por qué??? Porque es una persona sufriente, violentada, que convive con cientos de fantasmas: miedos, angustias, tristezas,anorexias, adicciones, infectocontagiosas, dolor.
He escuchado cientos de veces ha personas, decir que están recomprometidas con este tema, que les mueve el alma y bla, bla, bla, hasta que una simple pregunta acalla todas las frases. “llevarías a una víctima a vivir una semana a tu casa?” y ahí el tiempo se detiene, el silencio se adueña de la conversación que deja de serlo en un segundo.
Para mi cada funcionari@ que se rasga las vestiduras con el compromiso con las víctimas debería convivir con una o dos de ellas, quizás para tener un esbozo, nada más que un pequeño borrador de lo que siente alguien que fue golpeado, violado, torturado, alcoholizado varias veces hasta casi la muerte.
Hoy hay toda una campaña mediática para separar a víctimas buenas de víctimas malas. La víctima buena es la que aparece destruída, llorando, suplicando, pidiendo perdón por algo que no hizo , Agradeciendo a quienes la liberaron -es decir ensanchando su ego-, mostrando huellas de la tortura y del horror, ante una sociedad que poco ha cambiado del circo romano, donde el morbo se exacerbaba con el sufrimiento de los otros, y de alguna manera se agradecía a los dioses de papel, que no fueran ellos quienes estuvieran en las arenas.
Las víctimas malas, son aquellas que aparecen de pie, enojadas, maldiciendo a una sociedad que ha habilitado los espacios para que las lastimaran, torturaran, violaran, aunque no se paren y lo digan de pie.
Las víctimas malas -la mayoría- no se reconocen como tal,es decir como víctimas, al menos en público, porque sienten que van a ser objetos de burla, de comentarios, de discriminación.
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“Las putas de todos”, como dice Sonia Sánchez pero que nadie quiere cerca, en su casa, en su barrio, en su ciudad.
Nunca creí que Dios me daría la vida necesaria para escuchar tantas estupideces. Desde “Fulano se casó con una puta, pobrecita esta tan agradecida que le va a ser más fiel que otra”, “Mengano se consiguió una novia que es puta, este no sale más porque seguro le hace de todo”, “la puta hace que haya menos violencia en la casa”, “a la fulana le gusta ser puta, nació para eso”, etc.
”La estupidez humana y el morbo, no tienen límites” decía mi abuela, y no estaba para nada errada.
Qué pretende la sociedad? que las jóvenes y adultas en situación de prostitución se azoten en la plaza para
purgar sus pecados y se cubran con mantillas para ocultar su rostro mancillado?
No hay víctimas buenas y víctimas malas. Hay víctimas. Una persona no es víctima hasta que tiene diecisiete a ños y trescientos días y al minuto de cumplir dieciocho, ya es responsable de todo lo que le pasa. Sigue siendo la misma persona que era minutos antes.
Ruego a Dios, nos perdone tanta hipocresía, y tanta indiferencia ante quienes sufren y no hacemos nada, aunque a veces sólo fuera dar una abrazo, -el dolor no contagia- una palabra de aliento, una mirada de amor en silencio.
(*) Asociación Civil Vínculos en Red