“Yo soy cordobesa, mujer y joven, rompo todos los esquemas del imaginario social que se tiene del payador”, se presenta Araceli Arguello, tiene 26 años y es oriunda de Pozo del Molle. Es una de las cuatro mujeres payadoras de la Argentina.
El payador nació en el Rio de la Plata, en la cuenca que comprende Uruguay, Buenos Aires y Entre Ríos. Córdoba es una provincia muy festivalera pero no es la principal en la cultura payadoril.
“No hay un payador perdido en el medio de La Pampa, barbudo y canoso. Yo vengo a romper ese esquema y mostrar que el arte improvisador no tiene fecha de inicio ni de caducidad. Es algo que está en constante movimiento”, cuenta a Villa María VIVO.
A los cuatro años cantaba milongas
A los cuatro años, Araceli no cantaba las canciones del jardín, sino que recitaba milongas. Cuando le preguntaban que quería ser de grande, ella decía payadora. Nació rodeada de una familia tradicionalista y muy apegada a las costumbres criollas: su papá, su abuelo y su hermano son jinetes.
“Ese acercamiento de lo familiar, de las costumbres criollas me permitieron viajar mucho en compañía de ellos y de ver a los payadores que trabajan en estas actividades. De muy chica surgió esto de admirarlos y de querer ser como ellos”, relata.
Desde niña empezó a decir versos y en la adolescencia empezó a tocar la guitarra y cantar. Cuando “tuvo la maduración escénica”, como dice ella, empezó a improvisar.
“Desde muy chica tenía esa facilidad de poetizar la vida, poetizar todo lo que veía, y creo que eso nació conmigo y después lo fui cultivando y puliendo de a poco. Para mi surge como una necesidad de decir algo al mundo, de dejarle algo al mundo”, cuenta.
El bautismo como ahijada de dos grandes payadores, Marta Suint y José Curbello, le abrieron el camino para avanzar en el oficio.
“Hoy en día soy payadora de diferentes festivales y la convocatoria es muy particular, me llaman de un lugar a la otra punta de la Patagonia y voy”, ella combina estas actividades con la Licenciatura en Lengua y Literatura que estudia en la Universidad Nacional de Villa María.
La elección de la carrera, fue para Araceli, una manera de complementarse como payadora, de darle importancia a lo que dice, “si bien mantenemos la forma tradicionalista, el contenido se va creando todo el tiempo según lo que acontece socialmente”.
Ser payadora
Araceli reflexiona que la pandemia y la virtualidad afectaron la profesión y eso dificulta el sustento económico: “no es lo mismo que se pida una hora de canto virtual que una hora que vayas a un encuentro”.
Además, en el mundo payadoril, hay muy pocas mujeres. Ella también dicta talleres buscando incentivar el arte: “Quiero que las mujeres se animen, que no tengan miedo, que las estoy esperando del otro lado. La idea también es innovar, pero siempre teniendo la mirada hacia adelante y un ojito para atrás, sin olvidar quienes somos”.