Luego de la pandemia, Patricia Rampulla y Mario Baigorrí deciden reinventarse. Impulsados fuertemente por su atracción por todo lo relacionado al arte, deciden abrir las puerta de su hogar y transformarlo en un espacio cultural. Así es como nace Casa Azul, ubicada en calle Estados Unidos 253.
“Queremos nutrirnos nosotros y permitir que otros también puedan nutrirse”, dicen.
Patricia trabajó durante casi veinte años en la Asociación Civil Amigos del Museo Fernando Bonfiglioli, lo que nutrió y formó su amor por el arte. Junto a su esposo decidieron convertir su propia casa en una asociación autárquica y autónoma, pero que a su vez se vincule con la realidad social del municipio, abriendo las puerta para desarrollar, expandir y compartir la cultura que los atraviesa como personas.
Junto a Cecilia Castellano, quien ayuda y acompaña, su hija Paula y el resto de sus hijos, quienes conforman la comisión directiva de la Asociación, buscan compartir su hogar y corazones con el público. El hecho de no tener fondos nunca fué un impedimento para que Casa Azul abra sus puertas cada 15 días a diversa cantidad de artistas.
Los inicios de un sueño
En un comienzo todo el trabajo que implica ordenar para que entre el público era llevado a cabo sólo por los dueños de la casa, con el tiempo pudieron contratar a personas que acompañan y ayudan en los eventos.
Carolina es quien se ocupa de todo lo que tiene que ver con el acomodo del espacio para que entren 50 personas, mientras que Patricia y Mario siguen gestionando todos los demás detalles. Paula, quien es comunicadora social, se encarga de las redes sociales, siendo así un trabajo familiar y colectivo para que cada encuentro sea acogedor y único.
En el último concierto, donde tocó Modo Trío, banda de Jazz cordobesa, lograron tener sus primeros auspiciantes, que fueron Mistral, Lácteos Los Tres y Lo Que El Tiempo Nos Dejó. Esto les permitió pagar el transporte de los artistas, ya que la entradas suelen ser de un precio módico que va destinado en su mayoría a retribuir a los artistas que se presentan, mientras que el resto se utiliza para la mantención de la Casa.
Al finalizar cada evento, Mario cocina una pata que se comparte entre los músicos y la familia, cuando la gente comienza a retirarse del espectáculo. Este es el valor familiar y de intimidad que buscan transmitir.
Una cómoda tertulia
“Forma parte del objetivo, poner en contacto a los artistas con la gente común. Lo interesante es que sea como una pequeña tertulia y la gente se sienta cómoda…” comenta Mario. “El objetivo central es que durante una hora y media, se forme un ambiente cálido y de silencio donde la gente se concentre en la escucha y el músico pueda conectar con la gente”.
Siendo el boca en boca lo que dió a conocer este lugar, se busca escuchar el silencio.
“Yo experimento que se sincronizan los corazones, pareciera que todos estamos latiendo al mismo sentir”, expresa emocionada Patricia.
El fin de la familia es sostener la casa, trascender en el tiempo y que la cultura perdure favoreciendo a los artistas locales, creciendo por el amor al arte. “Cada noche agradecemos lo que hacemos, por ver a la gente disfrutar y que los músicos tengan un espacio donde puedan compartir su música”.
La selección de las propuestas
Dentro de Casa Azul se busca transformar los corazones y que el arte se pueda expresar en un silencio compartido. A la hora de elegir propuestas artísticas, las condiciones de la casa son un gran determinante para la selección. Se busca que sean propuestas acústicas como jazz, tango o música andina. Como se trata de un espacio reducido, tanto para artistas como para público, deben ser presentaciones que puedan adaptarse fácilmente a las instalaciones disponibles.
La mayoría de los y las artistas que se presentan suelen ser locales, ya que el boca en boca es fundamental para la propagación del lugar. “Nosotros creemos que esta ciudad está bendita por el arte y que ojalá se expande a todo su alrededor”.
Esta casita villamariense termina siendo un lugar donde docentes y estudiantes de la Universidad vienen a exponer sus composiciones con un público privilegiado, nutriendo a otros artistas y ciudadanos, enriqueciendo la cultura de nuestra ciudad.
Talleres de Casa Azul
Además de todas las propuestas con las que nos podemos encontrar cada dos o tres sábados por mes, en Casa Azul hay diversos talleres semanales y mensuales que llenan el lugar de magia y nuevos saberes compartidos.
- Maria Eugenia Lauria y Pablo Velez dan talleres de canto los Miércoles de 18 a 20hs y de 20:15hs a 22:15hs.
- Cecilia Castellano con Danzas Circulares los Martes de 18:30hs a 20hs.
- Andrea Funes con Macramé los Miércoles de 15hs a 16:30hs y de 18:30hs a 20hs.
- Mauro Guzmán con Narración Oral los Jueves de 20hs a 21:30hs.
Mientras que mensuales o de forma esporádica se dieron talleres de encuadernación, meditación, coaching ontológico, entre otros. Siempre buscando que todas las propuestas coincidan con los valores de la casa, que sean todos uno y se sienta la calidad de la familia.
El impacto de estos espacios en la comunidad
Cuando se les preguntó qué impacto consideraban que tienen estos espacios autogestivos de la cultura, en los que las personas que los manejan les ponen tanto cuerpo y amor, las respuestas nacieron desde el corazón y estuvieron cargadas de sentimiento.
“Me dió unas alas impresionantes, agradezco a Dios poder conocer tanta gente maravillosa. El público que viene es un público que es como parte de la familia, ellos nos cuidan la casa”, expresó Patricia notablemente emocionada. Mario, por su parte, define el arte como un mecanismo transformador, que lleva a otro lugar a las personas.
Esta casa, transformada en Asociación Civil es un nexo natural entre el artista y la comunidad, manejada como una familia que son personas comunes que buscan generar inquietudes culturales y artísticas en la gente. Trabajan para transmitir un mundo en el que se vislumbre la esperanza y el optimismo, es un espacio de arte y cultura que cuenta historias para recordarnos quienes somos.
Textos y fotos: Julia Ferreras Chiavenato.