El teléfono celular con conectividad casi permanente es una realidad inserta en las aulas de muchos colegios. Que sea un elemento de distracción o un instrumento pedagógico depende en parte de cómo el docente lo incorpora a la práctica y lo vuelve un herramienta didáctica.
Lo menos recomendable es tratar de prohibir algo que está en el bolsillo o en la mochila de la mayoría de los estudiantes.
“No podemos desconocer o negar desde la escuela una situación que ya abarca a los más niños, que tiene celulares y redes sociales. Como con todo dispositivo que irrumpe en el sistema educativo, hay que formar a los docentes para usar esos recursos, sin dejar de pensar en esas otras problemáticas como la distracción y el mal uso”, explicó Gabriela Galindez, coordinadora de la Red Provincial de Capacitación y Recursos TIC, que depende del Ministerio de Educación de Córdoba.
La necesidad de los docentes de formarse en el manejo de un aula repleta de dispositivos quedó demostrada en las instancias formativas que organizó la red. En una etapa que se hizo virtualmente participaron 1.500 docentes de toda la provincia y en cada taller presencial el interés sobrepasa el cupo disponible. En Villa María se hizo uno en el Instituto Leibnitz con más de 80 asistentes.
Esta capacitación integra el proyecto Dime (Dispositivos móviles en la educación). Buscó medir el impacto de las tecnologías móviles en el ámbito de la escuela, abarcando a celulares y tabletas.
También pretende instalar en los estudiantes la cultura del uso responsable de la tecnología. No solamente en el aula, sino saber que el alcance de lo que se publica en redes sociales y si supone un riesgo.
“Lo cierto es que el celular ya está instalado en el aula, especialmente en el nivel medio. Aunque la institución prohíba utilizarlos, el estudiante lo tiene en el bolsillo”, advierte Graciela Martina, docente capacitadora de la red.
Explica que hay que educar a los estudiantes, indicarles los tiempos para un uso adecuado, “porque si se los prohíbe lo terminan usando a escondidas”, como también, dijo, hay docentes que ya los utilizan, aún infringiendo lo que instituciones disponen.
A partir del celular instalado en el aula, lo que se propone desde estas capacitaciones es ir más allá de los límites de las cuatro paredes y trabajar en forma colaborativa con otras escuelas, en otros contextos. La movilidad tiene entre sus potencialidades la ubicuidad, puede usarse en distintos lugares y diferentes actividades, apuntan las capacitadoras.
Otra idea es desmitificar al teléfono celular como elementos de distracción. “Cuando hay algo motivador, interesante, con trabajo en equipo sobre proyectos, esto no ocurre. Por eso el desarrollo profesional del docente es importante. Si no están listos para gestionar un aula con este tipo de estímulos, probablemente sí los chicos se distraigan”, dice Galindez.
Martina agrega que se trata de pensar en más que un uso instrumental del dispositivo. También se trabaja con lo que rodea a la tecnología, su impacto en la vida de los estudiantes, uniendo el adentro y el afuera de la escuela.
Frente a la falta de interés y motivación del chico en las clases, esta puede ser una manera de captar su interés por medio de tecnología que ellos manejan muy bien, generando un ida y vuelta interesante.
El docente sigue siendo el dueño del saber de la materia que imparte, pero los chicos a su vez pueden enseñarle algún truco, alguna habilidad.
“El docente tiene que ser flexible, permeable, dejarse enseñar por el estudiante a la vez que enseña. Crear un círculo virtuoso”, señalan.
Para esto, las jornadas buscan demostrarle al docente qué utilidad pedagógica y didáctica puede darle a este recurso para trabajar con estudiantes y también entre colegas.
De todos modos, es necesario reflexionar sobre la viabilidad que esto tiene en la práctica de cada uno. No todas las escuelas tiene una situación institucional en la que se puede aplicar.
Fotos: Instituto Leibnitz