Cristina López dedica sus días al oficio de amar libros. Actualmente forma parte de la comisión directiva de la Asociación de Encuadernadores Artesanales de la República Argentina.
Nació en Camilo Aldao y en 1980 llegó a nuestra ciudad para estudiar docencia prescolar.
Se recibió, se casó y adoptó Villa María que la albergó como docente y encuadernadora.
Cristina López tiene su taller llamado “Intonso” y practica un antiguo oficio artesanal que requiere de mucho amor.
En diálogo con Villa María Vivo comentó: “Me inicié en la encuadernación en 1976, siendo adolescente. De la mano de mi papá que había sido Bibliotecario en la Biblioteca del Banco Central de la República Argentina.
Él era un hombre curioso y muy lector. En una época donde la búsqueda de material para el colegio se limitaba al papel impreso, la tarea llevaba horas y revisar tanto fascículo sin encuadernar era tarea tediosa. Nos armó un telar y nos sentó a las tres hermanas a coser cuadernillos y armar los libros.
Esta tarea nos llevó muchos meses, solo después de tanta práctica nos permitió dejar en el kiosco un aviso en el que ofrecíamos el servicio de encuadernación”.
Cristina además es mamá, “nunca abandoné el oficio, atendía a mis hijos y la casa, trabajaba como docente y encuadernaba en ratos libres en algún rincón de la casa.
Solo cuando nació mi segunda hija con discapacidad tuve que dejar porque su atención y cuidados médicos eran de tiempo completo”.
En 1992 abrió su taller y a pesar de su amor por los niños, dejó la docencia y se dedicó exclusivamente a esta labor.
Ahora trabaja con su hijo menor Martín y la mayor, Virginia tiene su propio emprendimiento que se llama Papeles de Fuego.
El oficio de amar libros
Este trabajo artesanal, de los pocos oficios que aún se rescatan en estos tiempos posmodernos, conlleva algunos valores.
“La encuadernación es un oficio que en principio parece sencillo. En realidad, empezar es sencillo, pero a medida que se avanza empieza a complejizarse. La estructura de un libro tiene muchas formas.
Se requiere paciencia, compromiso y capacitación permanente, sobre todo cuando se entra en el mundo delicado de la reparación y restauración de libros y papel”.
En Villa María actualmente hay más personas que se dedican a esta actividad pero apenas ella llegó aquí eran pocos por lo que su formación fue bastante autodidacta.
Actualmente, Cristina forma parte de la comisión directiva de la Asociación de Encuadernadores Artesanales de la República Argentina (EARA).
Ella empezó en 1994 haciéndose socia cuando descubrió su existencia en Buenos Aires y ahora hasta dicta talleres con su aval.
De hecho el próximo 19 de febrero brindará en nuestra ciudad el primer taller del año avalado por la Asociación. Será de Nivel Inicial por lo tanto no hace falta tener experiencia.
Las nuevas tecnologías y el valor de los libros
En una era en que parece todo haber transcurrido la liquidez de los 2000 para volverse volátil a veinte años del inicio del siglo, los libros trascienden.
“Muchos dijeron y dicen que la tecnología hará desaparecer el libro. Mi respuesta es que los libros se reparan y pueden seguir trasmitiendo.
En muchos aspectos superan a la tecnología, sobre todo en la vida útil. Hay libros de 500 años que aún podemos leer y que seguro en casa tenemos un casette o un CD que no podemos escuchar o ver.
El libro se puede oler, manipular, no necesita baterias, conexiones, cables. Lo podemos llevar a donde vayamos y si no hay electricidad aún lo podemos leer a la luz de la vela”.
Así concluye que “a lo largo de los años mi trabajo me ha dado muchas satisfacciones.
Clientes con lágrimas en los ojos al ver la antigua Biblia familiar recuperada, tesistas emocionados por su trabajo de meses o años transformado en libro.
Niños sorprendidos con su libro de cuentos arreglado, escritores con su obra reunida en una pequeña edición.
Pero la alegría más intensa es saber que la gente llega con sus libros porque saben que mi trabajo está hecho con mucha pasión y compromiso”.