Desde de hace unos años, la fisonomía de plaza Centenario, el más céntrico de los espacios verdes villamarienses, fue perdiendo lugares para sentarse a reposar un momento, y disfrutar en la comodidad de sus bancos de una lectura al sol, una charla entre amigos, o el abrazo entre enamorados.
Cuando eliminaron los cercos de libustrinas, la plaza ganó en espacios, se hizo más abierta y luminosa de noche.
Pero luego fue el turno de los bancos “de plaza”. Esos clásicos mobiliarios de hierro y madera que durante décadas sirvieron de respaldo, especialmente para abuelos, pero también para niños, jóvenes y cualquiera que podía encontrar en el centro un lugar de descanso.
Pasar el tiempo en la plaza, leyendo, conversando o simplemente estar sentados de la mano era un placer en aquellos respaldares.
Lamentablemente, fueron reemplazados.
Primero se colocaron unas grises moles de cemento y hierro en las veredas que rodean a la plaza. Son bancos muy sólidos, pero demasiado rectos como para reclinarse placenteramente.
Más tarde se quitaron los bancos interiores y colocaron unas piezas pequeñas, sin respaldo, de un diámetro que, en algunos casos, obliga a hacer equilibrio para permanecer sentados sobre ellas. Para las personas mayores no son muy cómodas.
No invitan a disfrutar del espacio de todos. Una pena.
A.F.
Fotos: Villa María Vivo