Comparte nombre con el presidente de la Nación: se llama Sergio Alberto Fernández, tiene 45 años, y su situación dista bastante de la del primer mandatario: sobrevive vendiendo alfajores.
Era chofer de taxis en Villa María, pero por las restricciones de circulación durante la primera parte de la pandemia, se quedó sin trabajo. Lo mismo le pasó a su esposa tiempo después.
Entre los dos salieron a buscar una forma digna de sobrevivir y poder seguir sosteniendo su familia, sin dejar de pagar el alquiler.
Tenían experiencia en hacer alfajores de maicena de cuando los vendían para pagar la cooperadora escolar de sus hijos.
Y aprovecharon ese conocimiento para hacerlo su forma de sustento.
“Hasta que consiga algo, mientras tanto voy tirando con esto”, cuenta en un alto de su venta en la esquina de Belgrano y San Luis.
Desde hace más de un año, ese es su puesto de trabajo fijo, y también el de su esposa.
Ambos se turnan para estar en esa esquina todos los días de 10:00 a 13 y de 14:00 a 19:00 si la venta es buena.
“Ya tenemos muchos clientes que nos conocen y saben que estamos acá”, contó Sergio Alberto Férnández en una charla con Villa María VIVO.
“Cuando está flojo, mi señora se queda acá y yo salgo puerta por puerta. Cuando no hay plata, hay que moverse”, comenta sobre su trabajo.
Los alfajores se venden en dos presentaciones: de a una docena y de a media docena.
Algunos son con tapas que compran a un elaborador y contienen margarina. En ese caso, el trabajo que hacen es armarlos y empaquetarlos.
Pero también hay otros que son de elaboración totalmente casera, con tapas que contienen manteca. Estos son más ricos, dice Sergio, pero aclara que el precio también es otro.
En un buen día, llegan a vender 30 docenas. Si está flojo, venden entre 15 y 20 docenas.
Con lo que recaudan, sostienen su familia. El matrimonio tiene dos hijos en edad escolar y deben pagar alquiler del hogar en el que viven.
La venta callejera es su principal sustento y todos los días le hacen frente a la realidad para seguir adelante en esta esquina, en la que ya es una costumbre encontrarlos a ellos y sus alfajores de maicena.