Por Jesús Chirino (*).
Manos anónimas o, para decirlo mejor, las de aquellos que saben que su intolerancia no puede ser mostrada a la luz del día, pintaron una cruz nazi sobre un mural que celebra la memoria que construimos desde diferentes sectores para que nunca más vivamos esa terrible, dolorosa y larga noche de terror que sufrimos durante la dictadura desaparecedora de personas.
Han sido los cobardes de siempre que buscan el amparo de las sombras para dejar su mensaje de insensibilidad. Estoy seguro de que temblaron ante los pinceles y las sonrisas de los jóvenes militantes que aportan a la construcción de la memoria. Leí que la pared fue blanqueada, como forma de prepararla antes de pintar el mural que sufrió el ataque, y así permaneció, impoluta, a lo largo de varios días.
En ese tiempo los “anónimos” no pudieron escribir algún pensamiento brillante o una reflexión que despertara la discusión sobre algo. Es por ello que temblaron ante los colores que pusieron los militantes de “Resistiendo con Aguante”. Los “anónimos” no tienen nada para decir ante la decisión de nuestra sociedad por construir memoria y recodar a quienes se llevaron pretendiendo que los dejaban en el olvido.
Desde 1983, cuando la sociedad votó por hacer justicia, con marchas y algunas tristes contramarchas, siempre tuvimos en claro que para saber hacia dónde vamos debemos recordar lo que ya recorrimos. También sabemos que las diferencias políticas se debaten y se zanjan mediante las alternativas que proporciona la democracia.
Pero los pretendidos “anónimos” se plantean fuera de estas reglas básicas de convivencia. No creen en el debate porque no pueden arriesgar los slogans vacíos que sostienen como si fueran verdades reveladas. No tienen con qué exponerse al crecimiento que deriva de la discusión franca. Ellos sólo creen en la prepotencia, en el miedo y en su patética autoproclamada supremacía argumental.
Así como usan las sombras para esconderse cuando hacen sus tropelías, usan la violencia para disimular sus profundas debilidades argumentales. Sólo los sostiene el odio y, no pocas veces, buscan el rechazo para nutrir de una equivocada épica tristes acciones como la de pintar una esvástica en un mural que recuerda aquellos que se llevaron.
Ante esto sólo puedo decir que produce pena la cobardía de esos actos, pero también reafirman la convicción de continuar trabajando en la construcción de memoria. Los “anónimos” quizás no entiendan que la verdad que grita la frase que escribieron los militantes de “Resistiendo…” no se silencia tapándola con pintura, pues la misma es expresión de una profunda convicción realmente fundada. Podrían tapar todas las leyendas, voltear todas las paredes e igual seguiría siendo cierto que los desparecidos están “Presentes, ahora y siempre”.
(*) Secretario general UTEM.