Por Gustavo Bustamante (*).
Como sostenía Platón, la construcción del Estado conlleva a que se cumpla cierta justicia en él, siendo necesario que se anteponga el bien común al individual. Esta es una lección que ni el actual Gobernador de Córdoba, ni su predecesor han comprendido, mucho menos puesto en práctica. Ni siquiera en los 17 años que llevan gobernando.
Esto puede ejemplificarse analizando uno de los mayores despilfarros que Unión por Córdoba ha hecho: la construcción del Hotel Casino Spa Ansenuza, una obra que desde 2014, ha supuesto el gasto de $335.903.115. Como si fuese poco, la obra aún no ha sido completada pese a su inauguración, sino que existen grandes dudas respecto de su ejecución, como tampoco queda claro si efectivamente el terreno donde está emplazada es apto, ya que s expropiaron kilómetros de superficie de lecho de la laguna.
Pero lo más indignante no es el uso de los recursos públicos en un hotel planificado entre muchas preguntas sin responder, sino que en simultáneo, el gobierno provincial efectuó uno de los mayores recortes de beneficiarios del programa Paicor, una de las políticas más integrales con que se contaba en Córdoba. Y lo hizo bajo el paradójico argumento de que será “para los más humildes”.
Quiero creer que lo hace por remordimiento, ya que al menos en los últimos cuatro años, el 25-30% de los cordobeses se encuentra en condiciones de pobreza, un dato bastante duro para quienes hace 17 años nos gobiernan prometiendo revertir esta situación. Pero lejos de tener cargo de conciencia, toma postura justiciera sosteniendo que en las escuelas públicas hay niños cuyos papás ganan más del máximo requerido para ser beneficiario del Paicor, y lo que corresponde es que accedan quienes lo necesitan.
Ahora bien, yo le pregunto al Sr. Gobernador, ¿cómo le explico a un niño que ya no compartirá el almuerzo con su compañerito porque el Gobernador no sabe administrar los recursos públicos? o en su defecto que nos explique él porqué construyó un hotel de lujo cuyas habitaciones cuestan $2500 por persona, e invirtió lo que cuesta el Paicor en un año, en un emprendimiento que genera adicción, endeudamiento y que promueve el blanqueo de dinero.
Una de las grandes virtudes de la escuela pública es que posibilita la convivencia de niños de distintas religiones, culturas, condición social. Es la mayor y mejor expresión de la pluralidad de la sociedad en general, pero donde los niños conviven bajo una educación de respeto y tolerancia cotidiana. Va más allá de un plato de comida, es el compartir diario, los valores, es integración en su máxima expresión, porque no importa dónde vive cada niño o a qué se dedican sus padres. Allí, en torno a la mesa, todos son pares.
Es de una miopía muy grande intentar focalizar una política y acabar estigmatizando a familias completas, exigiendo una declaración jurada para comprobar que son pobres, una pobreza de la que tanto Schiaretti como De la Sota deben rendir cuentas por tantas promesas incumplidas. Ciertamente la universalización del Paicor no sería un costo si los recursos de Córdoba, que se generan a costa de todos los cordobeses, estuviesen bien invertidos, y si en vez de gastar en hoteles con casino, mantuviésemos a todos los niños con cobertura del Paicor.
Los valores bajo los que se pensó al Paicor son la inclusión, la solidaridad, el compromiso con la nutrición y la sensibilidad. Excluir niños por una condición social de la que no son responsables es acentuar una grieta de la que nuestros gobernadores renegaban mucho ante la anterior gestión nacional, pero que ahora no parece molestarles implementarla.
El juego deja de ser divertido cuando se convierte en adicción, y genera ansiedad, depresión, irritabilidad, lo cual a su vez provoca que en el entorno familiar exista desatención familiar, falta de comunicación, desmotivación. Además afecta la vida laboral de las personas, y puede hasta derivar en el abuso de sustancia psicoactivas y delito.
El Estado tiene sin lugar a dudas el deber de garantizar los derechos elementales para la vida a todos sus ciudadanos, principalmente si se trata de la protección de la niñez. El juego de azar para unos pocos a costa de las oportunidades de nuestros niños no es uno de esos derechos.
(*) Juntos por Villa María.