“La paternidad requiere que se ponga en acto todos los días, pues son los hijos los que nos hacen padres”. La frase corresponde al juez de 3° Nominación Civil, Comercial, Conciliación y Familia de la ciudad de Bell Ville, Eduardo Bruera, quien admitió el cambio de nombre de una niña que deseaba tener en primer lugar su apellido materno.
Según indicaron desde el Poder Judicial, el cambio fue solicitado por la madre de la menor, quien actuó en representación de la misma. La niña estaba inscripta en el Registro Civil como M.S.P.G., correspondiendo la letra P a su apellido paterno y la G al materno.
El abandono
Para llegar a la admisión del cambio de nombre, la Justicia realizó evaluaciones psicológicas a la niña que evidenciaron no sólo el interés de la menor por identificarse con el apellido materno sino también las consecuencias que le genera portar el apellido paterno.
En primer lugar, las pruebas testimoniales y psicológicas reflejaban que la identificación con el apellido de su madre tenía que ver por el sostén y contención que recibió por parte de ella y de sus abuelos maternos.
Los mismos estudios también revelaron que el abandono del padre le causa a la menor sentimientos de rechazo al portar su apellido y también agravios.
“La inmutabilidad del nombre, que hace a la individualidad de las personas y a la seguridad de los derechos de terceros, debe conjugarse con la identidad personal”, agregó el magistrado quien sostuvo que el principio de inmutabilidad de nombre no es absoluto.
Foto: Justicia Córdoba – ilustrativo