Ser mujer con discapacidad: luchan por más autonomía y visibilidad

Cristina Goupillaut y Cecilia Villalba son dos villamarienses que atraviesan una discapacidad. En este 8 de marzo, luchan por más autonomía y piden ser visibilizadas dentro y fuera del feminismo, como mujer con discapacidad.

“Fundamentalmente no somos vistas, no somos visibilizadas”, dijo Cristina a Villa María VIVO. “Hay lugares donde buscan cumplir el cupo femenino, pero es difícil que cumplan el cupo de discapacidad, es difícil que lo apliquen”, destacó.

Cristina nació en Villa María, luego vivió en otras partes del país y volvió a la ciudad cuando le diagnostican esclerosis múltiple. “Se me declara hace 12 años atrás y uso silla de ruedas desde hace 7 u 8 años”, contó.

Cecilia fue enfermera por más de diez años hasta que, debido a la diabetes, empezó a perder la visión.

“Primero llegó la incapacidad y luego la discapacidad. Fui perdiendo la visión paulatinamente. Con hemorragias voy perdiendo la visión completa, un día yo puedo ver, al otro día no veo y así todos los días de mi vida”, relató.

Con la discapacidad, Cecilia perdió su trabajo: “trabajé 10 años, después perdí mi trabajo y no me incluyeron nunca más en ningún trabajo”.

Queremos accesibilidad

Ambas buscan romper con el estigma de que al ser mujeres y tener una discapacidad, son doblemente vulneradas.

Apuestan por la autonomía diaria en sus actividades a cuesta de un mundo que no discute la accesibilidad.

“En el caso mío, me movilizo en silla de ruedas, la accesibilidad es fundamental para vivir y no la tenemos. Yo tengo cuidadores y cuidadoras que me ayudan en cosas cotidianas, pero como mujer pido una capacitación y concientización hacia las personas que cuidan, porque una pone el cuerpo ahí”, opinó Goupillaut.

Para Villalba, Villa María está equipada en algunos aspectos y remarcó la existencia de un dispositivo que mejora la calidad de vida de estudiantes en la Universidad Nacional de Villa María.

“Tenemos limitaciones, desconozco la cantidad que tienen, pero diez no podemos ir por qué no está disponible el material. Estamos agradecidas por la tecnología, pero tiene su elevadísimo costo, para desenvolvernos en la vida laboral necesitamos tecnología y es costosa”, detalló.

“En la calle no tenemos carteles donde se juegue con los contrastes para ver. No sabemos el rostro de una persona y no tenemos definido lo que vemos, vemos borroso. No tenemos muchos semáforos en la ciudad para saber para cruzar la calle, tenemos que ser dependientes de una persona. Como mujer a veces estamos expuestas en la calle”, agregó.

“Ahora tenemos prohibido tocar el mundo”

En relación a la pandemia, para Cristina, al igual que ocurre en muchas instituciones, “siempre somos las últimas”, dijo en referencia a niños, niñas y adultos con discapacidad y en riesgo que aún no fueron vacunados.

“Nosotras tenemos que tocar el mundo y hoy tenemos prohibido hacerlo”, señaló Cecilia en relación a la pandemia.

“Con nuestras manos, somos más propensas a contraer el virus. Tenemos que tocar la puerta, tocar los carteles con braille, tocamos el mundo con nuestras manos. El mundo está pensado para personas videntes”, sumó.

Feminismo

Cristina participó activamente de marchas y asambleas en diferentes grupos feministas de la ciudad.

Sin embargo, remarcó “sentirse excluida” de algunos espacios al no existir condiciones de accesibilidad que le permitieran acercarse.

“En un Encuentro de Mujeres se planteó lo mismo, que abran la mirada, que nos dejen entrar, nos da tristeza. La edad también influye, tenemos conocimientos y vivencias y también somos importantes”, dijo.

Por otro lado, la obligación del cuidado también pesa sobre las familias o personas del entorno de ambas.

“Mi hija tiene 22 años y vive en Córdoba, hace su vida allá como cualquier hijo e hija. Y todos me preguntan por qué no me cuida mi hija, esa cosa social de que ella debe cuidarme. Creen que la relación no funciona porque la hija no cuida a la madre”, aseguró.

De allí, la demanda de más autonomía: “seguimos pensando que tenemos que tener una persona al lado, nuestras familias están agotadas. La demanda es muchísima. No podemos ir a una fiesta, a un boliche”, remarcó, por su parte, Cecilia.

“No somos todas iguales”

“Se nos trata a todas de igual manera, una persona ciega o baja visión creen que es lo mismo. Nosotros tenemos una vista borrosa, en el colectivo los derechos son diferentes”, agregó Cecilia como reclamo dentro del movimiento.

Su calidad de vida mejoró cuándo empezó a reunirse con personas con discapacidad que le enseñaron a desenvolverse.

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