Betiana Blum y la búsqueda de la felicidad en uno mismo

Los aplausos, y las risas, se repitieron varias veces a lo largo de la presentación de Betiana Blum en el teatro Verdi de Villa María con la obra unipersonal “Yo amo a Shirley Valentine”, un texto de un autor británico, dirigido en esta puesta por Valeria Ambrosio.

La actriz desarrolla una hora y media de parlamentos en los que repasa las sensaciones de una mujer casada y cansada de la vida rutinaria de hogar. La desgastada relación con su marido, los hijos que ya se fueron a hacer su vida, y la invitación de una amiga a unos días de vacaciones en el exterior juegan en las reflexiones de una mujer que, tras los años vividos, todavía siente que tiene mucho por disfrutar.

Es un texto muy bien armado, que repasa toda la vida de la protagonista, y que Betiana Blum lleva con mucha solidez y eficacia. Es una actriz que desde que pone el primer pie sobre el escenario parece estar haciendo un papel a su medida.

Interpela a la platea casi permanentemente y eso hace cómplice a la mayoría de los espectadores, que en la función del sábado 12 por la noche cubrieron la mitad de la sala mayor de Villa María.
La puesta escenográfica es en la primera parte una cocina de una casa tradicional. Con un recurso de paredes que en realidad son pantallas, va llevando a los espectadores por distintos escenarios y recuerdos, trasladando la acción con los climas respectivos.

El cierre de la obra trata de dejar un mensaje de renovación y de una nueva oportunidad que los mayores deben darse para tratar de no transitar los últimos años de la vida entre la resignación y la costumbre. Ser feliz con quien tenemos al lado es una elección a la mano de cada uno.

Foto: www.elespectadorcompulsivo.wordpress.com.

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