Ceguera

Por Fernando Agüero.

El maestro José Saramago puso en tinta una historia que tiene grandes similitudes con lo sucedido en nuestra Córdoba. Un hecho encendió la chispa para el desborde social latente.

“Negros de mierda, no roban por hambre, hijos de puta, hay que matarlos, se necesitan otra vez las botas, hay que reventarlos, que vengan y los recibiremos con balas”. Esas frases fueron algunas de las que más se escucharon en la horrible noche del martes y la madrugada de terror del miércoles. Por primera vez en la historia se enfrentaron dos realidades que conviven en Córdoba todos los días: la de los que salen a laburar y a ganarse el pan y la de los que la quieren fácil. Fue una guerra de pobres contra pobres, una disputa en la que la avidez de tener cualquier cosa costosa con sólo romper una vidriera fue la que finalmente ganó. ¿Se gana al robar? ¿Qué clase de alegría es esa de colgar un botín en una página de Facebook como si se hubiera obtenido alguna cosa, cualquiera sea, con el esfuerzo propio?

Como en Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, un hecho colateral desató la ira social, el descalabro, el desgobierno, la devacle y planteó una especie de guerra sin cuartel y sin ley en la que prima la violencia autoritaria del más fuerte o el que más se atreve a cruzar los límites entre ser honesto y no serlo

Un día después del desastre, esta tarde de miércoles, un amigo salió a andar en bicicleta por la zona del Estadio Kempes como lo hace dos o tres veces por semana. Lo hizo con el convencimiento de que ya todo había terminado. Al volver dos o tres tipos se le acercaron y le pidieron que se bajara de la bici y se fuera. No tuvo otra salida que acceder. Lo que cuento puede ser una nimiedad al lado de los destrozos, el saqueo de despensitas pobres o verdulerías de barrio, pero no lo es. Es igual de grave y muestra claramente que lo que se terminó de romperse este miércoles es el contrato social de los cordobeses.

Escuché por ahí que se quiso comparar esto con el Cordobazo y lo digo en voz alta: no tiene absolutamente nada que ver una cosa con la otra. En aquella gesta, trabajadores y estudiantes salieron a la calle a pedir una Argentina más justa en medio de una dictadura atroz. Lo que pasó en la madrugada del miércoles fue el despertar de un monstruo dormido, de una Córdoba que se jacta de ser docta y cada vez desplaza a más gente hacia los bordes de la sociedad, en los que la delincuencia es una manera de vivir.

La disputa política Provincia – Nación es una estupidez al lado del conflicto profundo, ese que no se ve todos los días pero que afloró con más fuerza que nunca el 4D. Y si los que tienen que gobernarnos se quedan en esa pelea sinfín y no aportan alguna idea de fondo para sanear las redes sociales, lo que nos queda es esperar que venga el próximo saqueo.

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