[OPINIÓN] Una apreciación que dejó esta elección primaria es que el peso de los “aparatos” no son garantía de triunfo. La lista 503 fue la única que movilizó vehículos durante los comicios. Y quedó muy lejos de ganar.
Venía de semanas de descargar un arsenal de publicidad callejera, domiciliaria y mediática que sólo la abundancia de recursos permite. Los actos y visitas de funcionarios provinciales fueron numerosos. Sin embargo, ganó en las preferencias de la gente el partido de Macri, que prácticamente no hizo nada de campaña visible antes y durante la elección.
“Todos los autos eran nuestros. No entedemos qué pasó. ¿En qué está pensando la gente?”, se preguntaba con los números en la mano una funcionaria.
En Villa María y Villa Nueva, Cambiemos ganó por sobre Unión por Córdoba. En la segunda lo hizo con menos comodidad, pero igualmente se impuso y dejó varias preguntas hacia ambos lados del río Ctalamochita sobre cómo debe encararse una campaña.
Pensar que la gente “no sabe votar” para explicar este resultado puede ser una excusa para no querer leer más a fondo.
Estos votantes de hoy son mayoritariamente los mismos que apenas tres o cuatro años atrás hacían de estas dos ciudades bastiones inexpugnables del Frente para la Victoria. Y los que se agregaron al padrón, son jóvenes que pasaron su adolescencia viviendo en ciudades bendecida por obras, fondos y discursos que ponían al kirchnerismo como la única vía posible hacia el paraíso. Crecieron y se educaron en “la década ganada”.
Este domingo 13 de agosto, la mayoría se expresó en un sentido que parece querer dar una vuelta de hoja. Y mostró que nadie tiene los votos comprados de antemano. Ni los que ganaban antes, ni los que ganan ahora. La suerte puede volver a cambiar de manos en cualquier momento.
Lo bueno, lo rescatable, es que la voluntad del votante pueda esquivar esos atajos que le ofrece a veces la política. Y expresarse en libertad dentro del cuarto oscuro, sin tener que rendirle cuentas a nadie.
Andrés Ferreras