Por Verónica Suppo (*)
Hoy murió Miguel Angel Veglia, el radical que gobernó Villa María durante tres períodos consecutivos (1987-1999). Había llegado a la Municipalidad cuando la democracia estaba todavía en pañales, heredada de su antecesor, Horacio Cabezas. Cuando Eduardo Angeloz gobernaba la provincia y todavía teníamos una democracia que nadie tenía asegurada en la Argentina.
En 1999, el último día que tenía como intendente lo entrevisté en su despacho a solas para el diario Puntal. Me impresionó mucho ese día: la mudanza estaba lista en el ex Palace Hotel. Siempre fue un tipo respetuoso con la prensa, de respuestas cortas, más bien. Pero ese día estaba visiblemente conmovido, algo difícil de notar por su personalidad.
El PJ, en ese momento con Eduardo Accastello cerca del menemismo, se quedaba con el municipio desde el retorno de la democracia, con un gran triunfo en las urnas.
Me impresionó su oficina, sin ninguna ostentación. No tenía gurú de la política, ni asesores de márketing políticos. Su oficina era la simpleza misma, alejada de la parafernalia de los políticos de hoy. Ese día esperó que termináramos la nota para ponerle llave a la oficina.
Tenía en ese entonces el peso de las denuncias de un defalco municipal, que era el tema del momento en los diarios, y que al día de hoy no tuvieron resolución.
Nunca sacó los pies de la UCR, pero desde ese día nunca más quiso volver al ruedo político con una candidatura. Pese a que era joven para la retirada, sobre todo en tiempos en que los dirigentes nos tienen acostumbrados a verlos vivir eternamente de la administración pública.
Veglia había llegado a la administración con sello propio: en días de paros municipales los vecinos lo veían manejando el camión regador o levantando ramas. A falta de empleados, salía él y ordenaba a sus funcionarios a salir a la calle.
La compra del ex Palace Hotel, un lugar caro para el sentimiento de los villamarienses, fue uno de sus logros. Hoy es el mismo espacio que desde hace años ocupa el accastellismo, refaccionado y ambientado por decoradores.
El último día que lo entrevisté como intendente sentía que se estaba jubilando de la política. Nunca confrontó a Accastello y hasta desapareció durante mucho tiempo del partido, lo que no agradó a sus correligionarios.
Verlo andar en bici era un postal, transitar tribunales, vuelta al estudio, pero siempre desde fuera del ring del escenario político. La política para él se había terminado ese mismo día que dejó la Intendencia, sólo por decisión propia, sin buscar sueldos que lo perpetuasen eternamente para vivir de la cosa pública. Y así fue como murió, trabajando en Tribunales.
Un día alguien le reconocerá la sabía decisión de apartarse y dar el ejemplo ante aquellos que hoy en los distintos estados se apoderan de la función pública, con el egoísmo de no dar nunca lugar al recambio.
(*) Periodista villamariense. Trabaja en Día a Día.
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foto: www.eldiariocba.com.ar