Gracias a la iniciativa de su maestra, los cuatro hermanitos ya van a la escuela con las bicis donadas. La docente, Silvana Cuevas, contó cómo es el día a día en una escuela rural.
Van a la escuela con las bicis donadas
“Tenemos mucha gente que viene del norte del país, es una población muy fluctuante y nos enfrentamos a diferentes realidades”, empezó contando la docente a Villa María VIVO. Silvana es docente rural en dos escuelas desde hace 19 años.
Hace unos días, recibió la donación de bicicletas para cuatro hermanos que caminaban 3 kilómetros para llegar hasta la escuela todos los días.
“Un día empecé a ver que estos chicos no venían más a la escuela, tenían que pedir que los llevaran, llegaban tarde o por demás temprano”, explicó.
Así, fue hasta la radio de Ucacha y pidió donaciones: “Para sorpresa mía en siete minutos y medio empezó a estallar el teléfono, encontramos seis bicicletas. Hasta el día de hoy siguen apareciendo”.
Para la docente, el objetivo fue “garantizar el derecho a la educación de estos estudiantes. Es poder darle condiciones de igualdad”.
Sin conectividad, ¿cómo pasaron la pandemia?
“Se puso muy duro, no tenemos cooperadora ni nada, recurrimos a la municipalidad que nos daba la tinta para las impresiones. Algunas familias tenían Whatsapp pero obvio que tienen horarios difíciles”, relató Silvana.
“Rompíamos con la dinámica familiar, se sentaban a las diez de la noche a hacer las tareas. Los niños tienen muchas ganas de aprender, aun cuando sus papas son analfabetos”, agregó.
Por protocolos, en las escuelas tampoco funciona la copa de leche como todos los años. “A media mañana damos galletas y un jugo para garantizar que algo llegue a la panza”, dijo Cuevas.
Una vida dedicada a la docencia
El día a día de Silvana está teñido de vocación por su profesión: “me hace feliz, no reniego de nada, hay que tener mucha pasión porque es una profesión desgastante”.
Sus días empiezan a las seis de la mañana, “yo tengo un auto muy viejo, con el que me voy a la escuela al campo a 23 km al sur, todo por camino de tierra. Vuelvo dejo el auto en una estación de servicio y hago dedo”, contó.
Desde allí, se va hasta otra escuela rural secundaria. “Los colectivos tienen horarios muy lejanos y me conviene ir y venir a dedo. Hace 19 años hago esto, no reniego de nada, me hace muy feliz”.