Por Andrés Ferreras (*)
En el acto de la re-reinauguración de la planta Aca-Bio, luego de atravesar rigurosos controles de ingreso, la categoría “prensa” fue recluida en un espacio cerrado en el que las instancias del acto se siguieron por televisión, como cualquier vecino lo pudo hacer desde su casa, sin poder movilizarse a ningún otro sector de la fábrica.
No se permitió el ingreso de periodistas de los distintos medios al espacio físico del acto. A ese punto sólo accedieron funcionarios municipales de las más diversas áreas –incluso algunas muy lejanas a la actividad específica de la planta-, invitados especiales de otras instituciones, militantes partidarios, y naturalmente los directivos y trabajadores de la empresa.
Los periodistas eran 10, todos de Villa María, que habitualmente cubren las instancias locales. Todos conocidos por los mismos funcionarios que los llaman para poder salir en los medios a dar sus opiniones o hacer notar las acciones que realizan.
Las horas invertidas en tratar de cubrir las instancias del acto merecían otra consideración. No un trato especial ni distinto, sino el mismo que los demás concurrentes. No había riesgo o peligro en la concurrencia de los periodistas al mismo lugar que el resto de las personas, salvo el acceso directo a la información de los hechos y no mediatizada por funcionarios u otros medios.
La libertad de prensa es también poder ejercer la actividad sin condicionamientos, incluso de este tipo.
Paradójicamente, los periodistas debieron conformarse con ver a través de una señal televisiva de Buenos Aires algo que ocurría a pocos metros de donde estaban sentados.
La sociedad tiene organizados espacios de encierro para quienes cometen delitos o sufren alteraciones mentales que les impiden desempeñarse en la vida cotidiana sin riesgo para su vida o la de terceros.
Para la organización del acto, pareciera que los periodistas merecerían ser tratados como algunas de estas categorías.
(*) Periodista de Villa María Vivo
