Agustina Toranzo falleció luego de luchar por su vida varios días, tras un accidente de tránsito. Leandra Vaglio, su mamá, dijo “Me llevó la mitad de mi vida”.
El pasado 21 de marzo Agustina Toranzo, de 23 años, murió tras pelear por su vida durante varios días en el Hospital Pasteur.
Había sufrido un accidente el pasado 6 de marzo en bulevar Italia y Naciones Unidas.
Agustina, conducía una motocicleta Zanela ZB cuando se produjo la colisión entre ese vehículo y una camioneta Ford Ranger blanca.
La motociclista estaba acompañada por otra joven, de 18 años. “Ambas iban sin casco protector y cruzaron en rojo”, aclara Leandra Vaglio, mamá de la joven fallecida.
“Me llevó la mitad de mi vida”
Este martes 6 de julio Leandra fue hasta la puerta de Tribunales con carteles con la cara del conductor de la camioneta a reclamar justicia.
“Yo sé que mi hija iba sin casco y cruzó en rojo, pero yo vengo a reclamar para que se sepa quién es el que manejaba la camioneta.
Vengo a pedir por la parte humana que no existió del otro lado. Al momento del accidente este chico se fue, dejó a su novia ahí y se escapó.
Esos momentos fueron claves hasta que llegó una ambulancia, mi hija sufrió tres paros cardiacos hasta que llegó al Hospital y uno más allí.
Cómo no le va a importar saber cómo estaban esas chicas después de semejante accidente”, declaró.
El joven implicado, Francisco Colombano, habría declarado ante la justicia que sufrió un ataque de pánico y huyó.
Pero su novia (que se quedó en el lugar) asegura que asistió a las jóvenes.
El sentimiento es estremecedor y aclara “yo no quiero plata, a mi nadie me va a devolver a mi hija, pero quiero que se sepa quién es la persona con la que chocó.
De hecho yo no puse abogado, fue el padre de Agustina, de quien estoy separada hace 9 años”.
El día a día
Consultada sobre cómo es seguir viviendo sin su hija, Leandra comentó: “tengo otros dos hijos, uno de ellos de 12 años vive conmigo.
Los dos recibimos tratamiento psicológico. Yo vivo medicada y el nene es el que me cuida a mi, no se permite llorar.
Hay veces que me encuentra arrodillada, llorando en la cama de Agustina con una de sus remeras y él me levanta”.
Por lo que concluyó: “lo único que me da un poco de paz es ir todos los martes, jueves, sábados y domingo al cementerio a visitarla.
Cuando ella murió nosotros no teníamos ni un peso, la municipalidad nos donó el cajón y el velatorio. Y un ex jefe del papá de Agustina nos dio una parcela en La Naturaleza.
Es muy difícil seguir viviendo“.