Graciela, su vida, y el hijo que casi le arrebata la dictadura en Villa María

Graciela del Valle Juárez tiene 71 años, vive en Villa Allende y fue exiliada política durante la última dictadura militar. Su hijo Bruno presenció dos allanamientos en la vivienda de sus abuelos en Villa María y durante años buscaron testigos de esos violentos hechos.

 

Es la madrugada del 30 de marzo de 1976 en una vivienda de calle Bartolomé Mitre al 170 de Villa María. La familia Pierantonelli, José y Elvira, permanecen en su casa con su nieto, Bruno de 11 meses.

En una secuencia rápida y violenta, efectivos del Ejército interrumpen en la casa buscando a los padres de Bruno, Oscar Pierantonelli y Graciela del Valle Juárez.

Buscan en toda la casa, revuelven ropas y pertenencias y agarran al niño. A las 23:30 hs de la noche, se lo llevan, lo cargan en el camión pero la persona que conducía el operativo decide dejarlo.

La orden de los efectivos hacia José y Elvira fue que avisaran si aparecían su hijo y su nuera.

Los padres de Bruno escapaban en Córdoba

Oscar, Graciela y Bruno vivían en Córdoba. Días antes del Golpe de Estado, habían llevado a Bruno a la casa de sus abuelos en Villa María para poder estudiar y trabajar.

Graciela estaba estudiando la Licenciatura en Historia y era maestra. Oscar también trabajaba. El plan era buscar a Bruno unos días después, pero fue la noche del Golpe de Estado y los buscaban a ellos.

Graciela y Oscar estaban parando en la casa de los padres de Graciela, que también vivían en Córdoba.

La noche del 29 de marzo, Oscar y Graciela se retiran de esa casa, apurados, apenas llegan a agarrar algunas pertenencias. Minutos después, mientras esperaban el colectivo a la vuelta, allanan la vivienda de la cual acababan de irse.

Los buscaban en Córdoba y en Villa María. Esa misma noche, el Ejército vuelve a allanar la casa de los padres de Graciela.

“Nos empezaron a buscar tanto a mi esposo como a mí. Estábamos vinculados al Sindicato de UEPC y vinculados a la izquierda. A partir de ese momento quedamos separados de Bruno, yo estaba embarazada de cuatro meses de su hermano”, cuenta Graciela.

Bruno en Villa María y sus padres en la clandestinidad

Graciela, embarazada, pudo visitar a Bruno algunas veces en Villa María. En septiembre de 1976, vuelven a allanar la casa de José y Elvira en Villa María, con la presencia de Bruno.

En diciembre de 1976, Graciela y Oscar se reencuentran con su hijo, Bruno. Su hermano Alfredo ya había nacido.

“Por una decisión que tomaron mis suegros, lo llevaron a un determinado lugar, mi esposo en ese momento busca a Bruno y lo lleva al lugar donde nosotros estábamos en una situación de absoluta clandestinidad”, dice Graciela.

Las violencias y la distancia con su familia trajeron sus consecuencias: “Bruno tenía discapacidad emocional, con muchísimas dificultades para expresarse, hablar y reconocerme a mí como su mama. No habló hasta los 8 años. Tuvo una involución en su crecimiento”.

En noviembre de 1977, se exilian de Argentina y se van hacia Brasil donde vivieron hasta abril de 1978: “hasta que encontramos un contacto de Cáritas que nos vincula con la embajada de Suecia que nos da el asilo político”.

Graciela cuenta que los años en Suecia fueron duros por no saber el idioma. Bruno y su hermano “no sabían por que estaban ahí, fue costosa la inserción social”.

Testimonios para reparar

En su vuelta a la Argentina, y pensando en la recuperación de Bruno, Graciela comienza a buscar testimonios de aquellos allanamientos ocurridos entre marzo y septiembre de 1976.

“Con el tiempo, salen las políticas de reparación para los presos políticos y exiliados. Yo empiezo a buscar testimonios de aquella época. Algunos habían muerto y otros familiares no querían testimoniar. Empiezo a buscar testimonios de vecinos o de personas que hayan visto porque no allanaron una única vez”.

La búsqueda continúa, pero, para Graciela, “más importante que la reparación fue el pedido de justicia. Mi pedido empezó a pasar por la justicia, preguntarnos a dónde estaban los compañeros, más que una reparación individual fue una preocupación colectiva. Faltaban mucho de nuestros compañeros”.

En la actualidad, viven en Villa Allende y Bruno es artista plástico.

La militancia de Graciela “por una sociedad donde algún día podamos decir nunca más”, sigue. “Aún seguimos siendo violentados, queremos una sociedad justa y con más libertades, permanecemos en un país muy intolerante”.

Por Lucía Ceresole.

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